María Cristina ALONSO GARCÍA*
AENOR
Los cambios radicales que se están produciendo en las condiciones del mercado, están obligando a las empresas a habilitar fórmulas que les permitan asegurarse su pervivencia y crecimiento futuro. Así, en los últimos años, y coincidiendo con el cambio de ciclo, ha ido aumentando de forma generalizada la preocupación por el calentamiento global, la disminución de recursos naturales o la contaminación, primándose la adquisición de productos y servicios que demuestren ser respetuosos con el entorno por parte de numerosas administraciones públicas, empresas y consumidores.
Asimismo, la legislación europea ha comenzado a incorporar requisitos obligatorios de ecodiseño en sus directivas, siendo el ejemplo más conocido el de la Directiva 2009/125/CE o Directiva de Ecodiseño ErP, transpuesta a la legislación española mediante el Real Decreto 187/2011, y que regula la comercialización de los Productos Relacionados con la Energía (ErP, en sus siglas en inglés). Esta directiva afecta a un buen número de empresas industriales y directamente a más de 1.000 categorías de productos: tanto aquellos que utilizan la energía directamente (p.ej. motores, electrodomésticos, calderas, luminarias, etc.) como aquellos que influyen indirectamente en su consumo (p.ej. grifería, duchas, ventanas, aislamientos, etc.),
Y es que el impacto ambiental de cualquier producto no se limita sólo al momento de la producción, sino que se extiende a lo largo del ciclo de vida. Cabe recordar, en este sentido, que el ciclo de vida de un producto es el conjunto de etapas que van “de la cuna a la tumba” del producto, desde la obtención y consumo de materiales y componentes para su elaboración, pasando por la producción en fábrica, distribución y venta, utilización por el usuario y fin de vida. Teniendo en cuenta que el diseño determina la mayor parte del impacto del producto, resulta crítico considerar los aspectos e impactos asociados a cada etapa del ciclo de vida desde las primeras fases del proceso de diseño, mediante la integración temprana de la componente ambiental, de forma que se reduzcan los impactos manteniendo o incluso mejorando la funcionalidad y eficiencia del producto.
La norma ISO 14006, publicada en julio de 2011 y basada en la norma española UNE 150301, facilita el cumplimiento de los requisitos exigidos en la legislación y permite a cualquier empresa establecer una sistemática que asegure la mejora ambiental continua en el diseño de sus productos y servicios, pasando de un enfoque basado en los aspectos ambientales asociados a la fabricación del producto, a una identificación más amplia en la que se incluyen, desde su concepción, los generados en otras etapas del ciclo de vida. La norma ha sido desarrollada para que sea fácilmente integrable con los sistemas de gestión basados en las normas ISO 9001 e ISO 14001, ampliamente difundidos entre el mundo empresarial, y son ya más de 50 empresas en Europa -de sectores tan diversos como electrodomésticos, mueble, químico, automoción, aparatos eléctricos y electrónicos o estudios de arquitectura- las que han obtenido, para alguno de sus productos o servicios, el certificado AENOR de Ecodiseño según la norma ISO 14006, situándose a la vanguardia de sus respectivos mercados.
Es en este contexto en el que el ecodiseño, como innovación ambiental de productos o servicios, se convierte en un elemento importante en la estrategia de competitividad de la empresa: un modo de lograr y mantener una ventaja competitiva y de contribuir a situar a la organización en una posición adecuada para afrontar los nuevos desafíos derivados de una situación cada vez más globalizada, más exigente, y más verde.
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